"He will put those wretched men to a wretched death and lease his vineyard to other tenants who will give him the produce at the proper times.” (Mt. 21:41) This is one of the verses from the Gospel for this weekend. In this passage, the Lord cannot be stronger in his command that we are responsible for what he has given to us and that we are called to bear fruit. The Lord expects us to use our time, talent and treasure in service of others.
We have recently witnessed a significant amount of tragedy in our world. Many people were killed in the earthquake in Mexico as well as the hurricanes that struck Texas, Florida and Puerto Rico. These disasters took lives and displaced people from their homes and jobs. We also saw the presence of evil through the senseless shootings in Las Vegas. 59 people dead, hundreds injured and thousands of friends and loved ones suffered at the hands of a sick person.
Despite this evil and suffering, we also saw a significant amount of goodness on the part of security officials, first responders, loved ones, and total strangers as well. Countless stories are quickly emerging regarding the heroism, bravery and acts of kindness which were present that night. For me, it brings some sense of comfort to see the fundamental goodness present in people. It is a reminder that evil will never win. God’s power will always triumph over suffering and death. It still doesn’t make sense. However, our faith is a sure and certain support which can bring comfort and hope to such a senseless act of violence.
This goodness is demonstrated when we use our gifts in service of other people – in extraordinary events and, most often, in the ordinary events of daily life. Our challenge is to set aside excuses and any selfishness in order to embrace working in the vineyard of the Lord. Let us then imitate the heroism and sacrifice we see in the face of tragedy so as to work courageously in the vineyard of the Lord – in all that we say and all that we do.
Sincerely,
Rev. Miguel González
en Español:
"Hará morir sin compasión a esa gente tan mala y arrendará la viña a otros labradores, que le paguen a su debido tiempo” (Mt. 21:41). Este es uno de los versos del Evangelio para este fin de semana. En este pasaje, el Sen or no puede ser ma s fuerte en su mandato de que somos responsables de lo que nos ha dado y que estamos llamados a dar fruto. El Sen or espera que usemos nuestro tiempo, talento y tesoro al servicio de los demás.
Recientemente hemos presenciado una cantidad significativa de tragedias en nuestro mundo. Muchas personas murieron en el terremoto de México, así como los huracanes que afectaron a Texas, Florida y Puerto Rico. Estos desastres tomaron vidas y desplazaron a la gente de sus hogares y trabajos. También vimos la presencia del mal a trave s de los disparos sin sentido en Las Ve-gas. 59 personas murieron, cientos quedaron heridos y miles de amigos y seres queridos sufrieron a manos de una persona enferma.
A pesar de este mal y el sufrimiento, también vimos una cantidad significativa de bondad por parte de los funcionarios de seguridad, los primeros auxiliadores, los seres queridos, y los total desconocidos también. Numerosas historias esta n emergiendo rápidamente con respecto al heroísmo, la valentía y los actos de bondad que estaban presentes esa noche. Para mí, trae un cierto sentido de consuelo ver la bondad fundamental presente en la gente. Es un recordatorio de que el mal nunca ganara . El poder de Dios siempre triunfara sobre el sufrimiento y la muerte. Aun así, esto no tiene sentido. Sin embargo, nuestra fe es un apoyo seguro y que consuelo y esperanza a un acto de violencia tan insensato.
Esta bondad se demuestra cuando utilizamos nuestros dones al servicio de otras personas, en eventos extraordinarios y, con mayor frecuencia, en los acontecimientos ordinarios de la vida cotidiana. Nuestro desafío es dejar de lado las excusas y cualquier egoísmo para abrazar el trabajo en la viña del Señor. Imitad el heroísmo y el sacrificio que vemos frente a la tragedia para trabajar valientemente en la vin a del Señor, en todo lo que decimos y todo lo que hacemos.
Sinceramente,
Rev. Miguel González