“Not everything that glitters is gold.” Not just because something seems attractive, exciting or the source of happiness means that it is, it may just be false and empty.
The Eucharist, for example, is true gold. However, we as Catholics can be fooled into taking the Eucharist for granted. We can choose worldly goods and experiences such that they cause us to abandon the Eucharist. These “shiny things” could be work, money, travels, comfort, laziness, family, friends, and even excuses that arise from the pandemic. All of these things glitter and shine, but they are not the real thing. They are not gold. The true gold is hidden under the form of bread and wine. This gold comes from Heaven. And for those who believe in him, He makes them shine interiorly. Whoever consumes him with faith and commitment, shines inside and becomes a light in the life of others.
We shine when consuming the Eucharist because God injects that light, allowing us to project who he is, the Light of the world. Psalm 4:6 says, “Let the light of your face shine on us, O Lord.” We are tempted all the time to turn away from Jesus – our true gold. We can fall for an illusion that takes us nowhere and that at the end leaves us in confusion in darkness. This darkness jeopardizes our salvation because then we are not able to distinguish darkness from light, good from evil.
The face of God lights us up in the Eucharist since it is in the Eucharist that we encounter the invisible God himself. After we consume the Eucharist, it is right that Jesus sends us as light in the world to shine with truth, with sincerity, with honesty and with love for Him and others. We shine because it is in the Eucharist that we discover the truth about Jesus and the meaning of life. The book of the Antoine de Saint-Exupery “The little prince” says, “The essential is invisible to the eye.” The Eucharist as Christ is essential for salvation, it is essential for Christians to live their lives to the full in this world.
Let us pray that we may always have a great and deep desire for the Eucharist, the invisible Gold that all people are searching for. Let us ask the Lord that once we consume it, we may become a light in this world in the image and likeness of Him who says, in John 8:12, “I am the light of the world; whoever follows me will have the light of life”.
Sincerely,
Rev. Miguel González
No todo lo que brilla es oro". No solo porque algo parece atractivo, emocionante o la fuente de felicidad significa que sea verdadero, podría ser falso y vacío.
La Eucaristía, por ejemplo, es oro verdadero. Sin embargo, nosotros, como católicos, podemos ser engañados y dar por hecho la Eucaristía. Podemos elegir los bienes y experiencias mundanos de modo que nos hagan abandonar la Eucaristía. Estas “cosas brillantes” pueden ser el trabajo, el dinero, los viajes, la comodidad, la pereza, la familia, los amigos y hasta las excusas que surgen de la pandemia. Todas estas cosas brillan y brillan, pero no son reales. No son oro. El verdadero oro se esconde bajo la forma de pan y vino. Este oro viene del cielo. Y a los que creen en él, les hace brillar interiormente. Quien lo consume con fe y compromiso, brilla por dentro y se convierte en luz en la vida de los demás.
Brillamos al consumir la Eucaristía porque Dios inyecta esa luz, permitiéndonos proyectar quién es Él, la Luz del mundo. Estamos tentados todo el tiempo a alejarnos de Jesús, nuestro verdadero oro. Podemos caer en una ilusión que no nos lleva a ninguna parte y que al final nos deja confusos en la oscuridad. Esta oscuridad pone en peligro nuestra salvación porque entonces no podemos distinguir las tinieblas de la luz, el bien del mal.
El rostro de Dios nos ilumina en la Eucaristía, ya que es en la Eucaristía donde encontramos al mismo Dios invisible. Después de consumir la Eucaristía, es justo que Jesús nos envíe como luz al mundo para brillar con verdad, con sinceridad, con honestidad y con amor por Él y por los demás. Brillamos porque es en la Eucaristía donde descubrimos la verdad sobre Jesús y el sentido de la vida. El libro de Antoine de Saint-Exupéry "El principito" dice: "Lo esencial es invisible a los ojos". La Eucaristía como Cristo es esencial para la salvación, es esencial para que los cristianos vivan plenamente su vida en este mundo.
Oremos para que siempre tengamos un gran y profundo deseo por la Eucaristía, el Oro invisible que todas las personas buscan. Pidamos al Señor que una vez que lo consumamos, seamos una luz en este mundo a imagen y semejanza de Aquel que dice, en el evangelio de Juan 8:12, “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Sinceramente,
Rev. Miguel González