Faith is what we need in times of hopelessness. When we think that nothing and no one can change our circumstances faith comes as a powerful gift. With faith, nothing separates us from God. A lack of faith, however, leads to negative results such as leaving the Church, staying home from Mass, giving up daily prayer, ignoring the values of the gospel, becoming selfish and unwilling to give of our time, talent, and treasure.  St. Paul reminds us, “For I am convinced that neither death, nor life, nor angels, nor principalities, nor present things, nor future things, nor powers, nor height, nor depth, nor any other creature will be able to separate us from the love of God in Christ Jesus our Lord.” I would add to this by saying that only our lack of faith can separate us, not from his love, but from Him.

We have a great example of faithfulness in this weekend’s gospel – Someone who provides a model of trust in Jesus even when it seems hopeless.  She is a woman with a hemorrhage (no name for her in the gospel) who had a bleeding problem and had wasted a great deal of time and money on doctors and treatments that didn’t work.  There simply was no cure for her illness.  However, she nonetheless approached Jesus who was passing by.  She boldly approaches Him. This was unusual because in the ancient world a woman couldn’t approach a man publicly.  She was considered to be impure because of her contact with blood.  Moreover, she was not accompanied by a male to serve as a representative before Jesus.  She said to herself, “If I can only touch his robe, I will be healed.” This is what kept her going.   

Jesus was her last hope.  It was just like at the wedding in Cana of Galilee, they tasted the best wine at the end of the party. In her case, Jesus was her last opportunity to be healed and she was not only healed but saved, because when she touched Jesus, He felt a healing power come out from Him. At this Jesus said, “Daughter, your faith has saved you.” At this moment the bleeding stopped and she was restored to physical and spiritual health.   

Just like this woman, Jesus wants to restore each one of us as well. He wants to make us whole. He wants us to save us from an eternal division from him, from an eternal and painful distance from him. He came to teach us the way and to save us. John tells us, “For God did not send his Son into the world to condemn the world, but that the world might be saved through him.” Let us ask the Lord to give us faith so that we may have him always as our first resource, so that by having him by our side we may not lack anything that separates us from his Kingdom.   

Sincerely,
Rev. Miguel González    

en español:
 

La fe es lo que necesitamos en tiempos cuando ya no tenemos esperanza. Cuando pensamos que nada ni nadie puede cambiar nuestras circunstancias, la fe llega como un regalo poderoso. Con fe, nada nos separa de Dios. La falta de fe, sin embargo, conduce a resultados negativos como dejar la Iglesia, quedarse en casa sin Misa, renunciar a la oración diaria, ignorar los valores del evangelio, volverse egoísta y no querer dar de nuestro tiempo, talento y tesoro. San Pablo nos recuerda: “Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro”. Agregaría a esto diciendo que solo nuestra falta de fe puede separarnos, no de su amor, sino de Él.

Tenemos un gran ejemplo de fidelidad en el evangelio de este fin de semana: alguien que brinda un modelo de confianza en Jesús incluso cuando parece que no hay esperanza. Es una mujer con una hemorragia (sin nombre para ella en el evangelio) que tenía un problema de hemorragia y había perdido una gran cantidad de tiempo y dinero en médicos y tratamientos que no funcionaron. Simplemente no había cura para su enfermedad. Sin embargo, ella se acercó cuando pasaba Jesús. Ella se acerca a Él con valentía. Esto era inusual porque en el mundo antiguo una mujer no podía acercarse públicamente a un hombre. Se la consideraba impura por su contacto con la sangre. Además, no fue acompañada por un varón para servir como representante ante Jesús. Ella se dijo a sí misma: "Si solo puedo tocar su túnica, seré sanada". Esto es lo que la mantuvo en marcha.

Jesús fue su última esperanza. Fue como en las bodas de Caná de Galilea, al final de la fiesta degustaron el mejor vino. En su caso, Jesús fue su última oportunidad para ser sanada y no solo fue sanada sino salvada. Cuando tocó a Jesús, sintió que un poder sanador salía de él. Ante esto, Jesús dijo: "Hija, tu fe te ha salvado". En ese momento la hemorragia se detuvo y recuperó la salud física y espiritual.

Al igual que esta mujer, Jesús también quiere restaurarnos a cada uno de nosotros. Quiere sanarnos. Quiere que nos salvemos de una eterna separación de él, de una eterna y dolorosa distancia entre Él y nosotros. Vino para enseñarnos el camino y salvarnos. Juan nos dice: "Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que se salve el mundo gracias a Él". Pidamos al Señor que nos dé fe para que lo tengamos siempre como nuestro primer recurso, para que al tenerlo a nuestro lado no nos falte nada que nos separe de su Reino.

Sinceramente,
Rev. Miguel González