“Whose sins you forgive are forgiven them, and whose sins you retain are retained” (Jn. 20:23). Before Jesus ascended into Heaven, he left a gift to all of us, the Sacrament of Reconciliation. He gave the Apostles and their successors the power to forgive the sins of others.  It is through this sacrament that we are forgiven by God. Our sins are not private.  They damage the entire body of Christ – the Church.  That is why we must confess our serious sins to a priest who represents the Church to us.  The priest is “another Christ” – he represents the Body of Christ.  Every time we break one of the commandments or commit an offense against anyone, the Church is damaged and so we need a priest to restore our relationship with God. 

God has given us the gift of the Sacrament of Reconciliation so as to return to him when we separate ourselves from his ways. When we celebrate this sacrament, we recognize our sins and our desire is not only to confess them but to undergo a change, to have a conversion of heart.  We recognize with sorrow that we have strayed. This sacrament brings healing and the pardon of our sins and peace. Celebrating this sacrament compels us to make external signs of our conversion.  We become restored not only internally but in our relationship with God.   

In our society, we seem to have lost a sense of sin. The evil one loves to try and confuse us and convince us that we do not need to participate in the sacramental life of the Church.  He tricks us into believing we don’t need confession.  We don’t benefit from the grace of the sacraments.  We don’t need to receive the Eucharist in a state of grace.  This is all a lie.  It is a lie that leads to further sinful actions such as anger, gossip, immoral desires and actions, selfishness, etc. 

During this pandemic, we have the opportunity to celebrate this great Sacrament of Reconciliation.  You may call the office anytime to make an appointment with me so that you may be reconciled with the Lord. I am hearing confessions by appointment in Leavenworth.  Let us take advantage of this gift which leads to a grace-filled life and the peace that comes from a purified soul.   

Sincerely, 
Rev. Miguel González 

 "A quienes les perdonen los pecados, les quedaran perdonados; a quienes no se los perdonen, les quedaran sin perdonar." (Jn. 20:23). Antes de que Jesús ascendiera al cielo, nos dejó un regalo a todos, el Sacramento de la Reconciliación. Les dio el poder de perdonar los pecados de otros a los Apóstoles y a sus sucesores. Es a través de este sacramento que Dios nos perdona. Nuestros pecados no son privados. Dañan todo el cuerpo de Cristo: la Iglesia. Es por eso que debemos confesar nuestros pecados graves a un sacerdote que nos representa a la Iglesia. El sacerdote es "otro Cristo": representa el Cuerpo de Cristo. Cada vez que rompemos uno de los mandamientos o cometemos una ofensa contra alguien, la Iglesia se daña y, por lo tanto, necesitamos un sacerdote para restaurar nuestra relación con Dios. 

Dios nos ha dado el regalo del Sacramento de la Reconciliación para regresar a él cuando nos separemos de sus caminos. Cuando celebramos este sacramento, reconocemos nuestros pecados y nuestro deseo no es solo confesarlos sino experimentar un cambio, tener una conversión de corazón. Reconocemos con tristeza que nos hemos desviado. Este sacramento trae sanación, el perdón de nuestros pecados y paz. Celebrar este sacramento nos obliga a expresar actos externos de nuestra conversión. Nos restauramos no solo internamente, sino también en nuestra relación con Dios. 

En nuestra sociedad parece que hemos perdido el sentido de pecado. Al maligno le encanta tratar de confundirnos y convencernos de que no necesitamos participar en la vida sacramental de la Iglesia. Nos engaña para que creamos que no necesitamos confesarnos. Que no nos beneficiamos de la gracia de los sacramentos. Que no necesitamos recibir la Eucaristía en estado de gracia. Todo esto es una mentira. Es una mentira que conduce a más acciones pecaminosas como la ira, el chisme, los deseos y acciones inmorales, el egoísmo, etc. 

Durante esta pandemia, tenemos la oportunidad de seguir celebrando este gran Sacramento de Reconciliación. Puede llamar a la oficina en cualquier momento para hacer una cita conmigo para que pueda reconciliarse con el Señor. Estoy escuchando confesiones con cita previa en Leavenworth. Aprovechemos este regalo que conduce a una vida llena de gracia y de paz que proviene de un alma purificada. 

Sinceramente, 
Rev. Miguel González