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September 16, 2022From your Pastor,
The next capital sin I would like to address is the sin of “Gluttony.” Gluttony is many times justified by thinking that we are hungry and we have to eat. But gluttony is when we eat to the extreme - being unsatisfied even when we are filled. We sometimes use our time spent with others as an excuse to over eat. We even joke on feasts like Christmas and Thanksgiving that we plan on “stuffing ourselves.”
The sin of gluttony is serious in part because of its negative impact on a person’s health. People’s inability to discipline their eating habits allows their appetites to run wild. If one is unable to discipline hunger, then a lack of discipline can creep into other areas of a person’s life. To master one’s body when we are hungry or desire for extra food or unhealthy food is a sign of sanctification. In fact, God asked Moses that he should never allow the people to eat too much lest they be revealed as gluttons and those who act with debauchery. In fact, they should be killed with stones and be used as warning for others. Wow!
For many Christians, this sin is too often ignored. If we are not able to control our appetites this tells others that we are unable to control other habits, like envy, avarice, judgment, gossip, anger, etc. The ability to say “no” to any of these is important and a fruit of the Holy Spirit. When we are so blessed with food let us give glory to God by eating appropriate portions and not allowing them to ruin and control our lives.
The sin of gluttony can be cured by the virtue of abstinence. God gave us the ability of taste so that we may never forget to eat and give our bodies nutrients in order that it function properly. Let us ask the Lord to help us to restrain ourselves from eating excessively and controlling our appetite. In this we show respect for our bodies and reflects their status as temples of the Holy Spirit.
Sincerely,
Fr. Miguel González
De parte de su Pastor…El siguiente pecado capital al que me gustaría referirme es el pecado de la “gula”. La gula muchas veces se justifica pensando que tenemos hambre y tenemos que comer. Pero la gula es cuando comemos hasta el extremo, estando insatisfechos incluso cuando estamos llenos. A veces usamos el tiempo que pasamos con los demás como una excusa para comer en exceso. Incluso bromeamos en fiestas como Navidad y Acción de Gracias en las que planeamos “atiborrarnos”.
El pecado de la gula es grave en parte debido a su impacto negativo en la salud de una persona. La incapacidad de las personas para disciplinar sus hábitos alimenticios permite que sus apetitos se vuelvan incontrolables. Si uno no puede controlar el hambre, entonces la falta de disciplina puede colarse en otras áreas de la vida de una persona. Dominar el cuerpo de uno cuando tenemos hambre o deseamos comida extra o comida poco saludable es un signo de santificación. De hecho, Dios le pidió a Moisés que nunca permitiera que la gente comiera demasiado para que no se revelara como glotones y libertinos. Si esto sucediera, deberían ser asesinados con piedras y ser usados como advertencia para otros. ¡Wow!
Para muchos cristianos, este pecado es ignorado con demasiada frecuencia. Si no somos capaces de controlar nuestros apetitos, esto les dice a los demás que no podemos controlar otros hábitos, como la envidia, la avaricia, el juicio, el chisme, la ira, etc. La capacidad de decir "no" a cualquiera de estos es importante y un fruto del Espíritu Santo. Cuando somos tan bendecidos con la comida, demos gloria a Dios comiendo porciones apropiadas y no permitiendo que arruinen y controlen nuestras vidas.
El pecado de la gula puede ser curado por la virtud de la abstinencia. Dios nos dio la capacidad del gusto para que nunca nos olvidemos de comer y darle a nuestro cuerpo los nutrientes para que funcione correctamente. Pidamos al Señor que nos ayude a abstenernos de comer en exceso y controlar nuestro apetito. En esto mostraremos respeto por nuestros cuerpos y reflejaremos su condición de templos del Espíritu Santo.
Sinceramente,
Rev. Miguel González