From your Pastor…
Fasting has been a practice over the course of centuries by many cultures, peoples and religious. For all of us, fasting is an essential element of our spiritual life. Fasting not only help us to get closer to God but also brings us physical benefits. Fasting enables us to become detached from the things of this world and its many distractions. This frees us to become fore focused on prayer and the commands of God.
Fasting is a practice leading to renewal. During Lent we are invited to refrain from certain foods and practice. Jesus fasted for 40 days and nights as a means of preparing himself for his public ministry. By fasting we imitate Christ’s sacrifice which helps us to hear more clearly the will of God. We grow in closeness to God in virtue, generosity and self-control.
Even beyond the spiritual benefits, fasting is a practice which brings benefits for one’s own health. Intermittent fasting improves our metabolism, contributes to heart health and cognitive function. It helps with cellular repair, reduces inflammation and improves blood sugar regulation. Taking care of our physical bodies is virtue because our bodies are gifts to us from God.
Some philosophers such as Socrates and Plato used fasting for mental clarity and spiritual growth. They believed that fasting could help them stay focused and detached from worldly cares and desires. When they fasted, they could be focused more on intellectual pursuits.
Lent is a time for fasting. I might suggest that we offer our sacrifice of fasting for the good of our parish community and the completion of our new church. As we fast, we pray for God’s blessings on our efforts so as to leave a legacy of faith for the many generations which will follow after us.
Let us embrace the invitation that the Church offers us to fast during this time of Lent knowing that this not only brings us health but also helps us to focus on what really matters, our spiritual life.
Sincerely,
Very Rev. Miguel González
De parte de su Pastor…
El ayuno ha sido una práctica a lo largo de los siglos por muchas culturas, pueblos y religiones. Para todos nosotros, el ayuno es un elemento esencial de nuestra vida espiritual. El ayuno no solo nos ayuda a acercarnos más a Dios, sino que también nos trae beneficios físicos. El ayuno nos permite desprendernos de las cosas de este mundo y de sus muchas distracciones. Esto nos libera para concentrarnos más en la oración y en los mandamientos de Dios.
El ayuno es una práctica que lleva a la renovación. Durante la Cuaresma se nos invita a abstenernos de ciertos alimentos y prácticas. Jesús ayunó durante 40 días y 40 noches como medio para prepararse para su ministerio público. Al ayunar, imitamos el sacrificio de Cristo, lo que nos ayuda a escuchar más claramente la voluntad de Dios. Crecemos en cercanía a Dios, en virtud, generosidad y autocontrol.
Aún más allá de los beneficios espirituales, el ayuno es una práctica que aporta beneficios para la salud. El ayuno intermitente mejora nuestro metabolismo, contribuye a la salud del corazón y la función cognitiva. Ayuda en la reparación celular, reduce la inflamación y mejora la regulación del azúcar en la sangre. Cuidar nuestro cuerpo físico es una virtud porque nuestro cuerpo es un regalo de Dios.
Filósofos como Sócrates y Platón usaban el ayuno para la claridad mental y el crecimiento espiritual. Creían que el ayuno les ayudaba a mantenerse enfocados y desprendidos de las preocupaciones y deseos mundanos. Cuando ayunaban, podían concentrarse más en los estudios intelectuales.
La Cuaresma es un tiempo para el ayuno. Les sugiero que ofrezcamos nuestro sacrificio de ayuno por el bien de nuestra comunidad parroquial y la culminación de nuestra nueva Iglesia. Mientras ayunamos, oremos para que Dios bendiga nuestros esfuerzos a fin de dejar un legado de fe para las muchas generaciones venideras.
Abracemos la invitación que la Iglesia nos ofrece para ayunar durante este tiempo de Cuaresma sabiendo que esto no solo nos trae salud, sino que también nos ayuda a concentrarnos en lo que realmente importa, nuestra vida espiritual.
Sinceramente,
Muy Rev. Miguel González