Un niño seguirá el ejemplo de su padre más rápido que seguir sus consejos. Cuando somos pequeños, deseábamos ser como nuestros padres. Si alguien nos pregunta qué nos gustaría ser de mayores, miramos a nuestro padre. Admiramos a nuestros padres por ser proveedores, por protectores, por su ayuda, por su carácter y por su ejemplo vivo de las virtudes de la templanza, por su caridad, por su valentía y su integridad. Esperamos que tome nuestra mano mientras viajamos por la vida, a veces empujándonos, otras tirando de nosotros y otras veces cargándonos. Por eso puede ser tan difícil educar a un niño sin un padre. Ciertamente no es imposible, pero es probable que sea difícil.
Uno de los grandes modelos de paternidad para todos los padres es el padre adoptivo de Jesús: San José. San José amaba y cuidaba silenciosamente a su familia. Fue obediente a la voluntad de Dios y demostró esa obediencia fiel en la forma en que dirigió a su familia. Las Escrituras no registran ni una sola palabra de San José. Simplemente cumplió tranquila y fielmente sus deberes y obligaciones y, por lo tanto, enseñó a otros con su buen ejemplo.
El ejemplo más destacado que dio fue la forma en que trató a María cuando descubrió que estaba embarazada. Sabía muy bien que el niño no era suyo. No quería exponerla a la vergüenza ni al castigo de la ley. El evangelio de Mateo dice que "José ... era un hombre justo, y aunque no estaba dispuesto a exponer a María a la vergüenza, decidió divorciarse en silencio". La justicia se asocia con no exponer a otros a la vergüenza. Como padre, esa es una muy buena virtud.
El jueves pasado escuchamos en el evangelio cómo Jesús nos recordó que además de nuestros padres biológicos, también tenemos un Padre en el cielo. Él fue quien nos creó y nos mostró su amor incondicional al enviarnos a su Hijo unigénito para salvarnos y mostrarnos el camino de regreso a él. Jesús también nos recordó que, si queremos tener una relación con nuestro Padre celestial, no debemos balbucear, sino repetir la simple oración que todos conocemos como el "Padre Nuestro". Esta es una forma poderosa de comunicarse con él de manera regular, pero especialmente antes de que tengamos que tomar una decisión difícil o resolver una situación complicada.
Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer a Dios por darme un padre, y quiero agradecer a mi padre por escucharme siempre, por su flexibilidad mientras me formaba, por su comprensión y su apoyo cuando tomé mis propias decisiones como ir a el seminario o salir del estado de Colima para estudiar diseño industrial en Monterrey en México. Quiero agradecerle por ser divertido, juguetón y por formarme a través del ejemplo tranquilo y su presencia en mi vida. Gracias papá por confiar siempre en mí. Que el Señor lo recompense y lo mantenga en su corazón en este día y siempre. ¡Feliz Día del Padre!
Sinceramente,
Rev. Miguel González